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La primera diferencia entre una criptomoneda y una divisa al uso es que la primera de ellas no tiene entidad física, sino que es únicamente un medio digital de pago. Frente al dinero fiduciario o los sistemas basados en el patrón oro, sólo la arquitectura matemática con la que se ha diseñado define su ritmo de emisión, sus posibilidades de uso y a la par garantiza su valor para transacciones financieras. No existe ninguna entidad central, organismo o grupo que pueda respaldar o alterar estas condiciones, que son conocidas públicamente de antemano.
Al no estar sujeta a ninguna entidad central, tampoco existen intermediarios, sino que son los propios usuarios de esta moneda digital los que negocian con ellas sin necesidad de entidades financieras.
Las divisas son aquellas monedas que tienen incidencia en la economía digital y están descentralizadas. El valor intrínseco está dado por la oferta y demanda de cada moneda digital. Se puede encontrar con monedas digitales con una gran fuerza comercial
La compra y venta de esta clase de divisas es un movimiento bastante común que puede producirse a pequeña y gran escala. Este movimiento se realiza en el mercado descentralizado, a través del cual tanto empresarios como inversionistas compran y venden divisas para realizar diversos movimientos financieros.
Cuando alguien quiere comprar divisas recurre al mercado de divisas, ya sea físico o virtual, y compra o vende teniendo en cuenta el precio establecido por el mercado y lo realiza usando alguna divisa base que se ofrece a un precio. Ejemplo mi divisa base de compra es el peso colombiano y deseo comprar una moneda digital. Para lo cual debe verificar la equivalencia en pesos de la moneda digital que quiero comprar.
Piense en qué sucede cuando hace una transacción online. Verifica que usted tenga los fondos, sustrae la suma ordenada de un lugar específico de una gigantesca base de datos sobre cuentas y saldos bancarios, y le acredite la suma debitándola de otro lado. Uno puede ver el resultado, pero la transacción está bajo control bancario. Uno confía en que el banco está moviendo la cantidad que ordenó, y el banco se asegura de que usted no pueda volver a gastar ese dinero. Blockchain es una plataforma que cumple las mismas funciones, pero sin participación de ningún banco o autoridad central.
Dado que no existe ninguna entidad u organismo emisor y supervisor de estas divisas digitales, tampoco existen unidades monetarias físicas propiamente dichas. Lo más similar que ha existido han sido medallas metálicas y papeles con apariencia de billete que recogían las claves para hacerse con una determinada cantidad de algunas de las criptodivisas más populares.
Las carteras, monederos o wallets de bitcoin, otras criptomonedas y criptoactivos almacenan las claves privadas que se necesitan para acceder a los saldos registrados en una dirección o clave pública de la cadena de bloques correspondiente y poder gastarlos. Actualmente existen varios tipos de monederos de criptomonedas que pueden ser categorizadas utilizando dos variables: facilidad de uso y seguridad.
En la mayoría de los casos, se desconoce quién está detrás del desarrollo de las criptomonedas, si bien este extremo es irrelevante para el devenir de las mismas, ya que su único respaldo proviene de las fórmulas matemáticas con las que se desarrollan, inalterables por sus inventores una vez que comienzan a funcionar.
El número de criptomonedas es potencialmente infinito, tanto como sistemas de criptografía matemática se pueda, su liquidez si es finita, pues en la arquitectura de estos parámetros va implícito desde su cren desarrollar, si bien en función de su complejidad podrán ser más o menos seguras. Sin embargo millones de unidades monetarias. El dogecoin, inicialmente creado como parodia del anterior, tición el volumen máximo de estas monedas que puede llegar a existir.
En el caso del pionero y más popular bitcoin, el límite del código matemático con el que se ha desarrollado está en un tope de 100.000 millones. El litecoin, otra de las criptodivisas más empleadas a escala global llegará a poner en circulación 84 millones de sus unidades monetarias. Auroracoin, dash, ethereum, gulden, namecoin, ntx y ripple son solo algunas de las decenas de criptodivisas existentes y activas en la actualidad. Hoy por hoy, su valor se sigue estableciendo por una tasa de cambio en función de las normas de oferta y demanda contra las principales divisas físicas del mundo.
Mucho se ha dicho sobre el anonimato en el uso de criptomonedas, especialmente por los capítulos que en el pasado reciente han vinculado estas divisas a transacciones fraudulentas en mercados negros de la Red, como el desaparecido Silk Road. Sin embargo, las operaciones con monedas digitales no son nunca anónimas, si bien pueden emplearse mecanismos para que la identidad de los ordenantes o receptores de una operación quede fuera de todo posible rastreo.
En este sentido, cabe subrayar que las criptodivisas siempre se acumulan en una cartera virtual que debe estar vinculada a una identidad personal y digital. La cuestión es que en la actualidad, y desde el nacimiento del pionero bitcoin, existen herramientas tecnológicas para hacer que estas identidades sean dinámicas, modifiquen algún aspecto de su realidad física -como la ubicación real del sujeto o colectivo titular de una cartera, lo que facilita su uso en el cierre de transacciones ligadas a actividades ilegales. Esta es la razón por la que en algunos países como Tailandia y Bolivia el uso de las criptomonedas esté estrictamente prohibido por ley y en otros como México y Argentina la normativa vigente recoja fuertes limitaciones operativas.
A pesar de esta realidad, lo cierto es que el control de las divisas digitales es cada vez más exhaustivo, especialmente desde que varios países han reconocido a las más empleadas con categoría de divisa al mismo nivel que las monedas físicas extranjeras. Además, la identidad de las carteras emisoras y receptoras de todas las operaciones, si bien haya podido ser falseada, queda documentada inalterablemente y para siempre en el listado histórico de operaciones que el propio sistema matemático que ampara estas monedas ha de acumular desde su inicio y sin fallos para evitar su colapso y que se puedan realizar fraudes del tipo del uso de una misma cantidad de monedas en más de una operación a la vez.
Para comenzar a operar en criptodivisas existen fundamentalmente dos vías: la minería y la compra de estas monedas en casas de cambio virtuales. En el segundo de los casos, la desregulación existente en el sector hace que el usuario deba estar precavido de que opera con una casa de actividad reconocida. El proceso es sencillo, se establece una tasa de cambio en función de las normas de oferta y demanda contra las principales divisas físicas del mundo y se pueden adquirir el número deseado de cada criptomoneda, normalmente aplicándose una pequeña tasa por la transacción.
Estas nuevas monedas digitales han de asociarse a una cartera digital que, en muchos casos es facilitada por la propia casa de cambio, pero que puede registrarse también con otro operador de criptodivisas. Desde el momento de su recepción en cartera, que depende de la velocidad de confirmación matemática de transacciones de cada una de las criptomonedas existentes, el usuario puede comenzar a operar con ellas mediante transacciones con otros usuarios o mediante el pago a establecimientos físicos u online que ofrezcan la posibilidad de pago con estas monedas.
En atención al punto anterior, los saldos de las criptodivisas no pueden desvanecerse, pues su existencia queda para siempre fijado en la secuencia histórica de operaciones. En este punto es importante diferenciar entre las monedas criptográficas, que son las que están sujetas a este tipo de rastreo y control digital, a las meras monedas digitales que emplean algunas aplicaciones para su estricto uso dentro de las mismas, como pudieran ser los saldos para compras de los videojuegos.
A pesar de esto, sí que es posible el robo de las criptomonedas de una cartera digital. Esto se debe a que estas cuentas disponen siempre de dos claves: una pública asociada a cada transacción concreta y una privada asociada a la cartera en sí misma. Si un tercero tiene acceso a esta última, bien por descuido del titular legítimo, bien por el pirateo de la plataforma en la que esté alojada la cartera, este podría llegar a disponer del saldo de una cuenta y transferirlo a otra de su propiedad o gastarlo en diferentes transacciones a cargo del titular real de la misma. Esto es lo que ha ocurrido en los sucesos de asalto a plataformas de bitcoins que han terminado por colapsar tras el saqueo de todos sus fondos virtuales.
Todo esto, llevado al terreno de las finanzas más cotidianas, sería similar a la clonación de una tarjeta de crédito, con la diferencia de que es mucho más difícil revertir la sustracción de capitales al no requerir aquí de confirmación física las operaciones digitales realizadas y ser inalterable el código de operaciones incluso por sus propios desarrolladores.
A fecha de hoy, el valor de las criptomonedas se sigue estableciendo con base en oferta y demanda sobre las principales divisas físicas del mundo. Su uso aún no está tan extendido, ni su información sobre desarrollo y empleo están tan difundidas como para que fijen tasas de cambio por su propia actividad o la evolución de la economía digital. Por este motivo, la inversión más común mediante monedas físicas en divisas criptográficas es precisamente la compra de estas últimas en casas de cambio.
Sin embargo, existen otras opciones para invertir en el negocio del bitcoin y sus hermanas menores sin necesidad de contar necesariamente con una cartera digital denominada en alguna de ellas. Así, está la inversión individual o colectiva en las plataformas de desarrollo o negociación de estas monedas, si bien lo más habitual es que esta opción esté reservada a un pequeño número de socios inversores o bien a institucionales, sin cabida para el público minorista.
Mientras tanto, las casas de inversión más alternativas también estudian modalidades para abrir este universo al gran público, habitualmente apuntando hacia el bitcoin. Sin embargo, el hecho de que solo las matemáticas controlen su estructura, sin una institución de respaldo o interlocución detrás, ha hecho que varios productos de inversión como fondos cotizados (ETF, por sus siglas en inglés) u otros derivados se estén frenando por parte de los supervisores del mercado en EEUU, Europa y otras regiones.
Por lo general, las criptomonedas se conforman mediante la tecnología de cadena de bloques. La cadena de bloques describe la manera en que se registran las transacciones en “bloques” con marcas de tiempo. Se trata de un proceso técnico relativamente complejo, pero el resultado es un registro contable digital de transacciones de criptomonedas el cual es difícil que los hackers puedan falsificar.
Además, las transacciones requieren un proceso de autenticación de dos factores. Por ejemplo, es posible que se le pida que ingrese un nombre de usuario y una contraseña para iniciar una transacción. Después, puede que deba ingresar un código de autenticación que se envía en un mensaje de texto a su teléfono personal.
Aunque se ha hablado mucho del futuro del dinero físico, y los datos tendenciales apuntan a que el protagonismo de las criptomonedas irá en aumento en lo sucesivo, aún dista mucho para que se pueda hablar de estas como del dinero del futuro, según apuntan varios expertos e institutos económicos. La pérdida de peso de las operaciones con monedas metálicas y papel moneda frente a los apuntes digitales es un hecho, pero la dominancia de las monedas tradicionales respaldadas por un gobierno y un banco central está aún lejos de diluirse.
Los expertos apuntan además dos factores que hacen que, por el momento, no puedan ser un relevo real para el dinero físico tradicional. En primer lugar, la todavía imparable proliferación de nuevas criptomonedas que compiten por un universo de usuarios idéntico en la mayoría de casos. En segundo lugar, el hecho de que ninguna de ellas ha alcanzado aún el techo de emisión fijado por su arquitectura matemática, lo que hace imposible de prever cuál será su desarrollo futuro a partir de ese punto, que necesariamente debería apuntar hacia una galopante inflación si no se crean más monedas, las propinas a los mineros que garantizan el sistema han de ser más elevadas y son cada vez más las personas e instituciones que operan en con estas monedas digitales.
Un último, pero no por ello menos importante factor, es el protagonismo de los gobiernos y los bancos centrales. Mientras que el dinero físico sigue ligado a su control y supervisión, el ámbito global de las criptomonedas hace imposible una gestión integral más allá de la revisión de su registro histórico de operaciones. Mientras que las operaciones de banca digital siguen bajo su control, más o menos férreo según han demostrado las recientes crisis bancarias, las operaciones con divisas criptográficas en plataformas digitales quedan por completo fuera de su alcance rutinario.
A su favor, el hecho de que la tecnología en la que muchas de estas monedas se amparan, sobre todo las más sofisticadas, permiten crear una estructura interna de contabilidad y costes totalmente estanca y cerrada que facilita que un presupuesto se cumpla escrupulosamente y con total transparencia gracias a la implementación de una cadena de control interna similar a las que existen globalmente para respaldar su desarrollo.
Si. Debes formalizar tu registro verificando tus datos con los soportes correspondientes.
Debes diligenciar el formulario y subir los documentos requeridos en formato PDF tales como: RUT, Cédula
El servicio en Pasto inicialmente tendrá la opción de cambiar a diario o en el tiempo acordado, todas las transacciones recibidas en cripto en tu local por dinero físico o también de ser consignados a la cuenta del establecimiento comercial.
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